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El cierre a un 2017 catastrófico

Las Palmas vivió en el Coliseum su último compromiso de 2017, un año horrible que empezó con aires de grandeza y sueños grandilocuentes, y que ha terminado con el equipo sumido en un caos, con estadísticas vergonzosas, históricas rachas negativas y unos bailes en el banquillo impropios de un club profesional.

Cuatro entrenadores han desfilado por el conjunto isleño y 2018 comenzará con Jémez como nuevo inquilino. Aparte del colista de Primera, el ambicioso proyecto diseñado para la era post Setién ha acabado por engendrar al bufón de la categoría gracias a una desesperante incompetencia tanto en el césped como en los despachos. La mejor noticia, que esto se acaba ya.

Con la derrota de ayer ante el Getafe, Las Palmas puso el cierre a un año que tuvo como único mérito la salvación en la campaña pasada. Una pesadilla que incumplió el refrán que reza: «Lo que bien empieza, bien acaba». Porque al margen de la derrota en Copa con el que el representativo inauguró 2017 -se perdió 0-2 frente al Atlético-, en la Liga, que es lo que importa, empezó de forma inmejorable con un triunfo en casa ante el Sporting con el que se daba continuidad a un 2016 para enmarcar. Noveno en la competición regular, a cinco puntos de Europa y a 12 del descenso, el año prometía aún más alegrías y se confirmaba la tendencia al alza de un equipo claro de ideas y exquisito en el trato del balón.

Pero 365 días y 43 partidos después, la realidad no puede ser más diferente. 10 triunfos, 5 empates y 28 derrotas ha sido el balance en este tiempo. 49 goles a favor y 96 en contra que han dejado una sonrojante estadística de 2,23 tantos encajados por partido. Ha sido un periodo de tiempo en el que han desfilado tres entrenadores diferentes por el banquillo amarillo y donde, poco a poco, se ha ido perdiendo todo lo ganado anteriormente. El inicio del cataclismo comenzó con el prematuro anuncio de marcha de Quique Setién. A partir de ahí el equipo empezó una caída libre que aún perdura. Las maneras del cántabro fueron equivocadas, pero la reacción de la dirección deportiva, desastrosa. Si algo bueno tenía el adiós del ahora entrenador del Betis a mitad de temporada, aunque este fuese aplazado para el cierre de la misma, era el extenso plazo de tiempo que otorgaba al club para encontrar al sustituto ideal y continuar con un proyecto que se había ganado los elogios del país entero.

Inexplicablemente, ocurrió todo lo contrario. El equipo terminó el curso con más pena que gloria, siempre alejado de los puestos de descenso gracias al rédito logrado en la primera vuelta y a la inoperancia de los últimos clasificados, pero acumulando goleadas bochornosas como ante el Barça (5-0), Athletic (5-1) o Atlético (0-5), y dejando pocas, aunque sonoras, alegrías a la marea amarilla -inolvidable el 3-3 en el Bernabéu-.

Dicho adiós a Setién, se daba por hecho que el italiano Roberto De Zerbi sería quien tomase los mandos de la nave insular. Durante todo el verano se esperó por él, pero quien finalmente terminaría llegando, deprisa y a última hora, sería Manolo Márquez tras su gesta con el filial. El catalán aguantó seis jornadas, tiempo en el que sumó dos victorias y cuatro derrotas, dejando al equipo, al menos, fuera del descenso. Dimitió por la presión y porque lo que veía no le gustaba un pelo, y Pako Ayestarán fue el elegido para ocupar su lugar. Una decisión que aún pesa, puesto que el paso del guipuzcoano por la UD entró en la historia como la peor etapa de Las Palmas de las últimas décadas. Hasta que lo echaron sumó un solo punto de los 21 posibles y fue gracias al empate cosechado en Anoeta en su último encuentro en la competición regular, y tras haber caído en las seis anteriores citas de forma consecutiva. Con él, el equipo amarillo batió récord de derrotas seguidas y goles encajados. Un esperpento.

Y el año llega a su fin con una leyenda comiéndose el marrón. Paquito Ortiz, que venía para ser delegado, ha tenido que dirigir al equipo en las últimas cuatro jornadas debido al rechazo de la Federación a que Almirón entrenase en España -en otro error de bulto del club- y obligado por la negativa de Paco Jémez, cuarto técnico en lo que va de curso, a coger ya los mandos de la nave amarilla por querer pasar las navidades en familia -condición inexplicablemente tolerada-. Así que, en descenso y a expensas de una reacción sin precedentes, cierra la UD 2017. Un año más en la élite donde el mal hacer de jugadores, técnicos y directivos han sumido al representativo en un desastre donde la salvación queda a expensas de un milagro en 2018.

Nota Ronald Ramírez Alemán / Deportes Canarias7

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