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Opinion

Orejas de burro

"El club viene de años malos y el aficionado se cansa. Es normal, es humano…”. “Tenemos que acostumbrarnos a ganar, porque este equipo tiene un problema que es acostumbrarse a perder”.

Son dos de las frases más categóricas que pronunció Pepe Mel antes de iniciarse la Liga. Consciente del riesgo que asumía al liderar de nuevo un proyecto que desde el principio presentaba bastantes aristas e incógnitas.

Pero han transcurrido ya cinco fechas de lo que este año se denomina LaLiga Smartbank, la Segunda División de toda la vida, y la Unión Deportiva Las Palmas sigue sin carburar.

Y lo peor de todo, más allá de que queda un mundo por delante, es que da la impresión de que el equipo va de más a menos. Y eso es mucho decir cuando se duerme en zona de descenso y no se conoce la victoria. Cinco oportunidades que se han desperdiciado para sumar unos famélicos tres puntos que te entierran entre los peores de la clasificación.

Haciendo un símil escolar, los amarillos no han sido capaces de aprobar ninguno de los exámenes a los que han sido sometidos. De haber estado en una escuela del Siglo XX, la UD luciría en su testa unas enormes orejas de burro. Castigado por el maestro de turno. Una de las maneras que se tenía, hace ya bastantes años, de motivar o mejor dicho, “humillar”, a los alumnos menos brillantes. Otorgando además al pobre mamífero, cuadrúpedo, un papel nada grato, paradigma de torpeza y tozudez: afortunadamente, una etapa felizmente superada.

Nadie va a poner en duda las dificultades que desde el principio ha tenido que ir superando el equipo durante la época estival. Una realidad que al final se ha enmendado sobre la bocina y que ha llevado a la UD Las Palmas a ser la quinta plantilla más cara de la categoría. Un ‘título’ que lejos de reconfortar parece que añade más presión.

Las cifras publicadas recientemente por LaLiga, que se supone lleva a raja tabla, colocan teóricamente a la UD entre los candidatos a alcanzar el ascenso. Aunque desde la cúpula se empeñen en no quitarse el traje de pobre. Después de haber comprobado que darse importancia y presumir no trae nada bueno. Lección aprendida la pasada temporada, la de los 18 kilos gastados en la plantilla.

Sin embargo a día de hoy la realidad indica que el equipo vaga como alma en pena por la zona de descenso y otea en la lejanía a los rivales que pujan por situarse en la pelea por el ascenso.

Da envidia comprobar como el otro conjunto amarillo de la categoría, el histórico Cádiz CF, el ‘empollón’ de la clase, campea por la división con 15 puntos en el zurrón. Un premio que pase lo que pase ya nadie le arrebata.

Sobra decir que el próximo choque ante el Sporting de Gijón en el Estadio de Gran Canaria debe marcar un punto de inflexión en la trayectoria. La dinámica de resultados es pésima y hay que cortarla de raíz.

Nos consta que el entrenador se desvive -nadie va a dudar a estas alturas de su valía y profesionalidad- y que intenta dar con la tecla, aunque a nadie se le esconde que el proceso se está demorando más de la cuenta, mientras el madrileño busca un proyecto reconocible que eche raíces, apremiado por los malos resultados.

El repaso que nos endosó el pasado sábado el Almería en casa, otrora fortaleza casi inexpugnable incluso en Primera División, debe servir para reflexionar y como punto de partida para un equipo que debe reaccionar ya, si no quiere verse metido con el agua al cuello lo que resta de temporada: ¡Danos una alegría UD Las Palmas!.

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